Cabo de Hornos: leyenda entre colosos
Hornos, en mayor o menor medida está en los pensamientos de los regatistas de la Volvo Ocean race.
“La primera vez que crucé el mítico Cabo de Hornos fue durante la Withbread de 1989-90, a bordo del Fortuna; me acuerdo que lo pasamos con poco viento y que estábamos todos, desde que habíamos divisado la Isla Diego Ramírez a 50 millas, esperando en cubierta para hacernos la foto y ponernos, por turnos -y con ayuda de una aguja de velas-, el arete en la oreja derecha. La oreja nos lo agradeció con una bonita infección y un lóbulo que quedó como una pelota de ping pong.
He de confesar que por aquellos tiempos pasar el Cabo y ponerse el arete era casi la motivación más importante de hacer la Whitbread, hoy Volvo Ocean Race. Si no pasabas Cabo de Hornos, no habías hecho la vuelta al mundo aunque hubieras hecho todas las etapas anteriores.
Desde aquel día han pasado varios años, casi 25 años, y a lo largo de todo este tiempo los barcos han cambiado, las tripulaciones se han profesionalizado, la regata se ha mediatizado a niveles que por entonces no podíamos ni llegar a imaginar, la tecnología a dotado a los barcos de GPS, sistemas sofisticados de comunicación, seguridad y navegación.
Pero hay dos cosas que permanecen inamovibles desde hace muchos años y que se mantienen desde que el hombre cruzó por primera vez la frontera entre el Atlántico y el Pacífico, y son por un lado esa pequeña Isla escarpada con su faro, sita en unos de los sitios más remotos del mundo, y por otro, la sensación que percibe cada tripulante al cruzarlo.
Esa sensación debe ser la misma que siente un maratoniano al llegar al estadio de atletismo y que, cuando tan solo lo que quedan 400 metros después de llevar más de 40 kilómetros en las piernas, mira hacia arriba y ve al público.
En la roca no hay público, pero cuando tienes la suerte de pasar cerca de ella y no hay niebla, miras también hacia arriba y ahí está la roca negra, su faro y toda su leyenda que circula a su alrededor, y piensas que pase lo que pase desde ahora ya has cumplido tu objetivo: llegar de una pieza hasta aquí. A partir de ahí solo tienes que “doblar” a babor y empezar a remontar el Atlántico, rumbo Norte, rumbo a casa.
Como he empezado este artículo con la primera vez que pasé Hornos lo acabaré con la última vez que lo hice: fue a bordo del Ericsson en la anterior edición de la Volvo. Soplaban 50 nudos y no recuerdo haber visto unas olas rompiendo de semejante forma en mi vida. Cuando decidimos arriar la vela de proa ya era tarde y Tom Braidwood me dijo que él no iba ahí delante ni por todo el oro del mundo.
Fueron unas horas estresantes y recuerdo mirar atrás, y ver las masas de agua persiguiéndonos. De repente, justo en la proa, apareció tierra y en ese mismo instante, las olas nos dejaron de preocupar. Fuimos a por una cámara, nos sentamos en la popa y nos hicimos una foto.
Cada uno indicábamos con los dedos cual era el número de veces que lo habíamos pasado. Tuve que utilizar mis dos manos y entonces me di cuenta del tiempo que había pasado desde la primera vez.
Como hubiera dicho Humphrey Bogart… ‘siempre nos quedará Cabo de Hornos’ ”.
Este es un pequeño trozo de la vida de Guillermo Altadill, gran navegante oceánico español, hoy surcando precisamente esas aguas a bordo del Neutrógena enfrascado en la Barcelona World Race.
Mítico para los navegantes del mundo, el Cabo de Hornos, el punto más austral del continente americano, tiene una historia de aventuras entre temibles aguas devoradoras de barcos y fuertes vientos que han hecho estragos.
Cruzar el cabo es doblar los bramidos de un diablo que por el azote constante de sus vientos reproduce un sonido tan tenebroso como temido para navegar, en una zona donde las corrientes del océano Atlántico y el Pacífico se funden con semejante fuerza que han arrastrado a miles de naves que intentaron cruzarlo. Así quedó registrado en algunos diarios de navegantes y honrado en numerosas novelas, donde alcanzar la hazaña es distinguido como un bautismo que los marinos añoran cumplir.
Pero, entremos en materia… Hornos se encuentra en la latitud 56ºS, lo que obliga a los navegantes a descender hasta los «cincuenta aullantes» y los «sesenta odulantes», los peligrosos vientos que soplan por debajo de la latitud 40ºS, y cuya fuerza se ve incrementada en este punto por el «efecto embudo» que se genera entre los Andes y la Península Antártica. Además, el fondo marino asciende bruscamente en esta zona y se crean corrientes contrapuestas, por lo se pueden encontrar olas de hasta 30 metros que varían su dirección de forma impredecible. Vientos de una dirección, olas de otra y corrientes de otra…. Una mezcla dañina para quien no esté preparado para este paso.
En 1616, el armador holandés Willem Schouten descubrió un paso navegable al sur del estrecho de Magallanes al que bautizó con el nombre de su ciudad de procedencia: Hoorn. Cuarenta años antes, el corsario inglés Francis Drake había sido el primero en comprobar la dureza de la navegación en estas latitudes cuando un temporal le llevó hasta la peor zona del hemisferio Sur, mientras intentaba llegar a Asia a través del estrecho de Magallanes. El paso por el cabo se consolidó como una importante ruta marítima mundial y hasta la construcción del canal de Panamá, en 1914, fue la única vía marina que conectaba las costas Este y Oeste de los Estados Unidos.
La fama del cabo de Hornos se extendió y se convirtió en el mayor reto para todos los navegantes del mundo, en parte por la alta cantidad víctimas que se han cobrado sus peligrosas aguas a lo largo de la historia. Durante cientos de años carentes de toda tecnología capaz de actualizar la intensidad del viento o las mareas, fue habitual para innumerables buques naufragar en este extremo del planeta. Por entonces no había elementos para calcular y estimar un momento ideal para cruzarlo. Cuentan los libros de historia que más de 800 barcos naufragaron y algo más de 10000 marineros perdieron sus vidas en los dominios del coloso. Las causas de estos desastres se centraban en dos hitos importantes: los icebergs y la enorme fuerza del mar y viento. Los marineros y piratas de la época adoptaron la costumbre de ponerse un pendiente en forma de aro en la oreja que simbolizaba haber sobrevivido al paso del peligroso cabo.
El mito de Hornos fue reavivado por la navegación deportiva oceánica a lo largo del siglo XX. Por su situación remota y los peligros que lo rodean, doblar el cabo equivale al ascenso del Everest para un alpinista. El primer navegante deportivo que dobló el cabo de Hornos fue el británico Connor O’Brien, en 1923, y veinte años más tarde sería el argentino Vito Dumas el primer solitario en dar la vuelta al mundo por la ruta de los tres cabos. En 1968, el Sunday Times organizó la primera competición náutica de vuelta al mundo para solitarios, la Golden Globe, que únicamente fue completada por uno de los nueve tripulantes que tomaron la salida, el legendario Sir Robin Knox-Johnston, el primer gran navegante en solitario.
Uno de sus rivales, el francés Bernard Moitissier, que no comulgaba con los intereses comerciales de la regata, tras cruzar el cabo de Hornos renunció a subir el Atlántico para completar la circunnavegación y se dirigió al Índico por segunda vez para seguir navegando. Moitissier cuenta esta historia en su libro «La larga ruta», en el que se refiere así al temible cabo:
«La pequeña nube sobre la luna se movió hacia la derecha. Miré. Allí está, tan cerca, a no más de 10 millas de distancia y justo bajo la Luna. Y no hay nada más excepto el cielo y la luna jugando con el cabo de Hornos. Miré. Apenas podía creerlo. Tan pequeña y tan grande. Una colina, pálida y gentil; una roca colosal, dura como el diamante».’
¿Cómo sobrevivir a Hornos?
La Etapa 5 de la Volvo Ocean Race, que une el puerto neozelandés de Auckland, ‘la ciudad de las velas’ y el brasileño de Itajaí en un recorrido de 6.776 millas náuticas, incluirá atravesar los 40 rugientes y los 50 aullantes por el Pacífico Sur rumbo al mítico Cabo de Hornos antes de remontar las costas de Argentina, Chile y Uruguay hasta la meta en Brasil. Está considerada como la etapa reina de la Volvo Ocean Race. Para completarla, la flota tendrá que separarse de la civilización más que nunca, pasando por el conocido como ‘Point Nemo’, el punto más remoto del planeta, a más de 2.000 millas de tierra en todas direcciones.
Sobre el recorrido de la etapa, Ian Walker patrón del Abu Dhabi ya comentaba en la pasada edición de la regata que “es un regreso al espíritu de aventura que caracterizó a la Whitbread, una clásica de la Volvo Ocean Race. Puede ser peligrosa y apasionante al mismo tiempo”.
Esta etapa incluye una buena dosis de navegación a velocidades muy altas y la posibilidad de surfear olas realmente enormes. Pero esta situación se hace muy peligrosa ya que los actuales V065 son barcos muy rápidos, y cuando sumergen la proa en una ola lo hacen a velocidades que pueden provocar daños serios. Los regatistas deben de tener mucho cuidado con la seguridad, tanto de la tripulación como del barco.
El menú que espera a los navegantes durante los alrededor de 18 días que durará la etapa incluye olas de más de 12 metros de altura y vientos de hasta 60 nudos, las temperaturas más bajas de toda la vuelta al mundo y probablemente las velocidades más elevadas. Si en alguna etapa puede caer el récord de distancia recorrida en 24 horas, es en ésta.
Tal y como comentó sobre esta etapa Sir Chay Blyth, timonel del 77 pies Great Britain II en la primera edición de la Whitbread, “la Volvo Ocean Race es sin duda uno de los desafíos más duros que existen, una prueba muy atlética, sencillamente tremenda, a la cabeza de las tres regatas alrededor del mundo más importantes. Los regatistas que compiten hoy en esta regata sufren mucho más que nosotros entonces. Los riesgos que toman son enormes, y apenas tienen margen para el error. Es irreal hasta qué punto se exigen a sí mismos y a sus barcos. Van totalmente al límite”.
Palabras acertadas las de Sir Chay. Todos los regatistas coinciden en la descripción de cómo va a ser la etapa, todos hablan de un mar muy inhóspito y muy duro con unas condiciones de navegación muy complicadas. Para muchos, quizás lo peor no sea doblar Hornos, quizás sea el sprint de diez días desde Auckland a Hornos, diez días siempre igual de duros, siempre mojados y sin descanso, navegando al límite de sus fuerzas y llevando el barco en busca de su límite… “entras de guardia, descansas y quedan 9 días, quedan ocho días, quedan…. Hornos es el final del agotador sprint” así lo veía Pablo Arrarte ‘Patán’ en la pasada edición de la regata.
Sin embargo otros regatistas se toman este hito de la navegación con mucha más calma, como señalaba Chuny Bermúdez hace un par de días: «Será mi quinto paso por el cabo de Hornos ya que con el Delta Lloyd no lo cruzamos porque habíamos roto el barco y no volvimos hasta la siguiente etapa. La verdad es que para mí ya no es nada especial pasar el cabo. A veces es más difícil pasar Finisterre que el cabo de Hornos».
Todos, en mayor o menor proporción tienen a Hornos en sus pensamientos y, con el paso de los días, a medida que se va acercando la fecha de la partida, el movimiento de las ‘mariposas’ en el estómago se va haciendo cada vez más patente… los nervios, que les costará reconocer a todos, empezarán a hacer de las suyas. Hornos impondrá su tenebrosa y oscura leyenda. Primero llegar hasta él y luego doblarlo para ascender al Atlántico liberador.
A buen seguro que, cuando llegue el momento y puedan ver la imponente roca con el faro en su cúspide, se apelotonarán todos en la popa del barco para hacerse la foto que atestigüe el paso del cabo, indicando todos con sus dedos el número de veces que pasaron por Hornos. Atrás quedará los diez eternos días de sufrimiento y dureza, los diez días que nunca se daban acabado, esos diez días que para unos fueron el preludio de algo mágico y para otros fueron ‘un día más en la oficina’. Como comentaba Altadill, tras la foto solo queda doblar a babor y comenzar ascender hacia casa. El coloso negro será mudo testigo de los pensamientos de todos los tripulantes, en el aire dejarán una vez más sus temores, ansias y miedos y volverán todos al ‘modo regata’. Hornos ya es agua pasada, seguimos en regata.
Saludos y buenos vientos
2 Comments
Juan Pablo
10/03/2015 at 16:47Me parece que cuando viran el cabode Hornos no deben remontar la costa chilena, solo la argentina y la uruguaya para llegar a Itajaí, Brasil.
Muy buena la nota.
thornadoweb
10/03/2015 at 17:26Muchas gracias por tu buena apreciación Juan Pablo. Mi razonamiento para decir que tenían que remontar la costa chilena fue el siguiente: Los límites entre Chile y Argentina los marca el Canal de Beagle, el cual dista casi 60 mn del Cabo en rumbo NE, por lo que, una vez doblado el Cabo de Hornos y hasta alcanzar la Isla de los Estados donde deberían de poner rumbo N para dejar por estribor las islas Malvinas o continuar con rumbo NE para dejar las islas por babor, tienen que remontar esas casi 60 millas de costa chilena hasta alcanzar territorio argentino.