Cuando la Vendée Globe pasa de una regata a ser una aventura humana
En primer lugar, la Vendée Globe es una regata. Todos los competidores zarpan de Les Sables para enfrentarse a una navegación en solitario alrededor del mundo, sin escalas y sin asistencia externa, con el objetivo de terminar lo más rápido posible. Para unos, estos condicionantes suponen navegar a un ritmo prudente, dentro de su zona de confort mientras que, para otros, supone incrementar la relación de riesgo-recompensa y presionan con fuerza, siempre cerca de los límites. No obstante, a menudo las regatas se ven comprometidas por la desgracia. La competencia, la búsqueda de una posición final o la mejora del tiempo transcurrido, debe quedar a un lado en favor del esfuerzo humano de simplemente terminar la regata. La Vendée Globe se convierte pues en una aventura, más que en una ‘simple’ regata de vela.
El 16 de marzo de 2001, los pantalanes, muelles y costas de Les Sables d’Olonne estaban abarrotados por miles de personas que quería darle la bienvenida a un héroe local, pero Michel Desjoyeaux, el ganador, ya había llegado un mes antes. El navegante solitario que la gente había ido a ver era Yves Parlier, cuya aventura sigue siendo hoy una de las más destacadas en la larga historia de la Vendée Globe.
Parlier tenía todas las papeletas para ganar la regata hasta que le sobrevino la pérdida de su mástil cuando navegaba al este del Océano Índico. En lugar de darse por vencido, puso rumbo a la isla Stewart, al sur de Nueva Zelanda, con el objetivo de reconstruir su mástil, volver a subirlo y arbolarlo sin ayuda externa. La espectacular e inédita reparación le llevó dos semanas. Durante ese tiempo tubo que construir un horno rudimentario para fundir y reparar las piezas de carbono. Pero eso no fue todo ya que los días pasaban y la comida disminuía a pasos agigantados; ¿solución? se alimentó de lo que podía pescar y de las algas que pudo cocinar. Tras duros trabajos, consiguió izar el nuevo mástil, montar el aparejo y reemprender la regata para llegar hasta la meta. Parlier entra en el 13º lugar, pero completa una aventura verdaderamente inspiradora digna de la enorme bienvenida que recibió.
Pérdidas de mástiles …
La desgracia y desventura por la pérdida del mástil de Parlier sigue siendo única, pero también otros navegantes se han sobrepuesto a la adversidad de perder el mástil. En 1992, Philippe Poupon estaba a punto de terminar en segundo lugar, por detrás de Alain Gautier, y acababa de cruzar de nuevo el ecuador camino a casa cuando su mástil se vino abajo. Poupon montó un aparejo de fortuna y acabo tercero, solo un segundo pro detrás del temible Jean-Luc Van Den Heede.
En el año 2000, Catherine Chabaud estaba a punto de completar su segunda Vendée Globe cuando perdió el mástil frente a la costa portuguesa. Intentó montar un aparejo de fortuna para llegar a meta, pero su equipo de tierra le dijo: «Catherine, tienes diez días de vientos de proa, vas a hacer un esfuerzo inútil». Decepcionada, viaja a Portugal y termina su participación quedando oficialmente sin clasificación.
Recientemente, el suceso más espectacular fue el vivido por el joven patrón kiwi Conrad Colman, quien perdió el mástil en lo que habría sido su última gran tormenta cuando navegaba rumbo a instalarse dentro del Top 10 de la regata 2016-17. Colman se encontraba en la latitud entre Oporto y las Azores cuando su mástil se vino abajo. Nada más perder el mástil, tuvo que resistir los restos de la tormenta antes de poder finalmente montar un aparejo de fortuna con su bauprés, un trozo de vela mayor y un tormentín.
Tras sufrir navegando en ceñida los primeros días y haciendo pocos avances, la cosa cambió cuando el viento roló, pudiendo llegar a meta y recibir una gran bienvenida.
¿Navegar sin quilla?, no hay problema.
Tres intrépidos navegantes solitarios terminaron en Les Sables d’Olonne sin quilla, y cada uno de ellos ha navegando más que su predecesor. En 2005 fue Mike Golding quien obtuvo el tercer lugar después de navegar las últimas 50 millas sin quilla. Se dio cuenta de que algo estaba mal de inmediato, arrió las velas y llenó los tanques de lastre de su IMOCA. Navegó con las velas reducidas y cruzó la línea de meta durante la noche, unas 24 horas después de que lo hiciera el segundo clasificado, Jean Le Cam. En ese momento, nadie podía imaginar que tal hazaña era posible, pero hay que decir el IMCOA es relativamente estable si navega lastrado a tope.
Luego, en el 2009, fue Marc Guillemot quien se enfrentó al podio en esa épica regata del 2008-9 durante la cual permaneció al lado del lesionado Yann Eliès en medio y medio del océano austral. La quilla de Guillemot había sido motivo de preocupación antes de que el bulbo definitivamente se desprendiera a unas 900 millas de meta. Renombrado regatista de multicascos, Guillemot envuelve la escota de la mayor alrededor de su muñeca mientras duerme para que le sirva de alarma en caso de que suceda algo raro. Guillemot cruza la meta en cuarto lugar, pero recibe una compensación de tiempo por quedarse con Eliès y, por lo tanto, finaliza oficialmente en tercer lugar.
El último caso fue el de Jean-Pierre Dick, durante la Vendée Globe 2012-2013, cuando navegó 2750 millas sin quilla. Esa enrome distancia la cubre en dos etapas. primero se detiene frente a la costa de Lugo para resguardarse de una gran tormenta, y durante estos cuatro días parado, le arrebata el tercer puesto el británico Alex Thomson. Atrapado a bordo, fiel a las reglas de la regata, JP Dick puede ver a los pescadores locales, al igual que a las tormentas, tomando cervezas y comiendo tapas en los bares del muelle mientras él mismo intenta racionar sus últimos paquetes de alimentos liofilizados para que le duren hasta el final. Es su última tortura antes de cruzar la meta en la famosa boya Nouch Sud y tomar el canal Les Sables d’Olonne.
Saludos y buenos vientos
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