Historias del Galicia 93-Pescanova
En la mar hay que saber apañárselas a solas.
Pongámonos en situación… mes de noviembre de 1993 a bordo del Galicia 93-Pescanova. El cántabro Toño Piris baja al pañol de proa para subir a cubierta el tangón de respeto tras partirse el original. Piris observa que el casco está blando a proa, en una zona de dos metros cuadrados. «Arriamos todo, la avería daba mucho respeto; el casco se doblaba mucho. Consultamos con Farr – el diseñador del barco – y nos aconsejó evitar los pantocazos y parar. Pero decidimos llegar a Fremantle, en Australia». Para lograrlo, tuvieron que hacer bricolage con lo que tenían más a mano.
Jaime Arbones, ‘Libio‘, un chaval entonces de 19 años, no va a olvidar jamás aquella reparación de fortuna en la que se jugaron el bigote. «Con los impactos y las olas se deslaminó la proa. Aprovechamos los trozos del tangón para apuntalar el casco con la cubierta. Para la base -recuerda- usamos unas sartenes».
¿Sartenes? Sí, Libio ha dicho sartenes, un instrumental que desapareció de estos barcos el siglo pasado junto a los libros, las botellas de agua, los cubiertos y hasta los sacos de dormir. «Está claro que lo nuestro era distinto. Pero la regata es mucho más dura ahora. Los barcos son más rápidos, la intensidad es mayor y todo el mundo está preparado a tope», resume Arbones.
Un detalle a tener en cuenta… en los actuales barcos de la Volvo Ocean Race, el gobierno está siempre en manos de un navegante; en ocasiones extremas, cerca de la Antártida, los pilotos deben relevarse cada media hora. Nadie aguanta el frío ni la tensión de navegar casi a 30 nudos durante más tiempo. «Vamos siempre al límite, con todos los hombres a la maniobra. Antes viajábamos hacia lo desconocido, no conocíamos los peligros… Todo era más intuitivo, recibías un mapa de isobaras por fax y con eso te arreglabas», recuerda ‘Chuny’, otro gallego veterano del ‘Pescanova’. «Hoy sabemos a dónde vamos y conocemos los peligros. Como dice Guillermo Altadill, ‘es bueno conocer el límite porque puedes acercarte a él sin pasarlo’. Aunque lo cierto es que ha habido veces en que hemos rebasado todos los límites posibles, je, je, je… Eso sí, ahora ya no hay ni tangones ni sartenes en los barcos», bromea…
Saludos y buenos vientos.
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